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lunes, 29 de agosto de 2016
Artículos de Arturo Pérez-Reverte: Oye chaval
Artículos de Arturo Pérez-Reverte: Oye chaval: Oye, chaval. Me dice tu hermana que estás cada vez más para allá, y que has perdido el curso, cacho cabrón. Y que encima te estás metiendo...
miércoles, 15 de octubre de 2014
La mujer y la mesa
Cada vez que la inquietud se adueñaba de ella, un deseo
irremediable le impulsaba a acercarse a ella y escuchar aquellos susurros o latidos
que provenían de la madera de aquella mesa.
Era usual que aquello le hiciese perder la noción del
tiempo, permaneciendo horas y horas con la mejilla apoyada sobre su cálida
madera, sintiendo la calidez de aquella superficie.
No lograba entender como aquel mueble reprodujese a modo de
susurros todas las conversaciones que habían tenido lugar sobre su tablero.
Declaraciones de amor, negociaciones comerciales, rupturas
sentimentales, tertulias filosóficas,…todo aquello se quedaba de alguna forma allí,
registrado. Pero lo más inverosímil es que poco tiempo después aquellas
conversaciones volvían a cobrar vida sobre aquella mesa, se volvían a reproducir
sin que aquel hecho tuviese explicación lógica.
Cloe no buscaba explicación ninguna a aquello, era algo que
no quería perder el tiempo en pensar. Solo quería permanecer allí, inclinada
sobre aquella mesa, recostada sobre ella, sin importarle nada de lo que le
rodeaba, sin otra cosa que escuchar aquellos susurros, aquellas historias que
volvían a revivirse solo para ella.
Y cuando aquellas conversaciones se volvían en silencio, una
quietud interior la envolvía, dejándola casi sin fuerzas para levantarse. Solo recordaba
lo más profundo de aquellos diálogos, aquello que era único, irrepetible,
guardándoselo para sí misma.
Solo se quedaba con la esencia de aquellos momentos,
lo que hacía poderse asomar al interior de las personas que una vez se sentaron
allí.
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